¡Cómo agranda la leyenda una muerte dramática!

A la historia, real o novelada, le encanta que sus personajes tengan una muerte dramática. Es una final perfecto para poner la guinda a la leyenda alrededor del personaje muerto. Si, además, esta muerte se produce a una edad menor de la que le correspondería, el mito se agranda aún más. Una muerte en la cama, a edad senil, no genera la misma admiración.

Este fin de semana hemos tenido un claro ejemplo de lo que digo con la desafortunada desaparición de un futbolista. Se han vertido ríos de tinta on-line, se han abierto los telediarios con la noticia, una ola de solidaridad ha invadido el mundo del deporte. Se ha producido el milagro del hermanamiento de dos aficiones enemigas y antagónicas. Se ha consentido que los aficionados del Betis vistan sus camisetas en señal de respeto en la catedral futbolística del barrio sevillano de Nervión que acogía al cadáver. La noticia, incluso, ha desbancado en interés a los pactos post-electorales. Se ha difundido la lógica carta de emotiva despedida de un hijo, también figura futbolística en ciernes. En resumen, un gran ejemplo de la verbena nacional que caracteriza a nuestro país.

Por supuesto, en primer lugar mi pésame a la familia por la desaparición de dos personas jóvenes: una, desconocida, de veintitrés años y otra, famoso futbolista, de treinta y seis. Aparte, otra víctima que ya se verá las secuelas, o no, que deberá padecer de por vida. Mis condolencias a unos padres desconsolados, estamos preparados para ver desaparecer a nuestros abuelos o a nuestros padres, pero nunca a nuestros hijos. Sin embargo, la noticia tiene otras dimensiones que podrían empequeñecer la figura de la leyenda de un futbolista que estaba todavía en activo.

La independencia que me da el no deber pleitesía a nadie, el no tener que servir a ninguna línea editorial, el no tener que llenar programas del corazón o de otra prensa rosa y, por supuesto, el no tener millones de seguidores en ninguna red social; me permite dar una opinión transgresora aunque respetuosa con el óbito.

Ha sido, sin ninguna duda, una desgracia y una injusticia para la vida de dos personas jóvenes. Cuando la esperanza de vida supera los ochenta años, ellos tenían más de la mitad de su vida por delante. Sin embargo, a la vista del atestado de la Guardia Civil de Tráfico, también ha sido una gran imprudencia de un conductor que conducía a 237 km/h. Es más, seguro que también se podría hablar de homicidio involuntario en la persona del primo del futbolista. El dramatismo de la desgracia no puede esconder la realidad de la noticia. Sin lugar a dudas, la figura del futbolista se merece homenajes y que otros aspiren acopiar sus virtudes futbolísticas y humanas. Pero debemos ser también muy estrictos, en evitar que otros quieran copiar sus errores como conductor y su gusto por la velocidad excesiva e inapropiada. Si hubiera tenido la suerte de salir vivo, al igual que el tercer ocupante, la prensa no hubiera escrito sobre su leyenda sino que le habría perseguido en sus declaraciones, presencia ante el juez, e incluso, en un no descartable ingreso en prisión. A fin de cuenta ellos lo que buscan es cuota de audiencia y tanto vende, y vale para ellos, una muerte trágica como el enjuiciamiento de un famoso.

A todos los niños que aspiran a ganarse la vida con el balón, tanto los pocos que lleguen a conseguirlo, como los muchos que lo intenten y sueñen con ello, les digo que copien la habilidad con el balón que tenía. Pero también les recomiendo que no le emulen en sus aficiones al volante. Pueden matarse y matar a otros como él ha hecho.

Desgraciadamente no es el único ejemplo de futbolistas con problemas al volante, en este caso con muerte y homicidio involuntario incluidos. Veremos lo que tengan que decir las compañías de seguros y si habrá lugar a indemnizaciones entre la familia del conductor muerto, del primo difunto y del otro familiar que, de momento, tiene más de la mitad de su cuerpo quemado.

Siento mucho su muerte, pero al pan, pan y al vino, vino

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