12 de Marzo de 2012

Hace algunos años me preguntaba en una de mis crónicas ¿por qué lo hacemos?. Ayer 7 de Marzo de 2012, en mi doceavo maratón, me di de bruces con una respuesta distinta a las que me había auto respondido hasta la fecha. Mi primera participación en este cuarto Maratón solidario de Toledo (bianual Y GRATUITO DE PARTICIPACIÓN), me hizo vivir momentos inolvidables. Vi lo mucho que se puede hacer con tan poco. Gracias a la labor entusiasta, desinteresada y llena de cariño de todo un colegio (alumnos, padres y profesores), se puede organizar un maratón y lograr que un grupo de unos cincuenta atletas, venidos desde diferentes puntos de España, se den 75 vueltas a un parque lleno de niños, animadores, música, pancartas y no sé cuántas cosas más. El sufrimiento lógico de estas competiciones, ayer se hizo distinto, lo hacías por ti, pero fundamentalmente lo hacías por ellos y gracias a ellos. No sé con qué detalles quedarme, si con la medalla de papel y plástico, hecha a mano por los niños del colegio, la carta manuscrita que te incluían en cada bolsa del corredor, los sándwiches de embutido que te ofrecían en los avituallamientos (si querías, claro) y un montón de “pequeños” grandes detalles. Lo fundamental la ilusión y cariño que transmitían todos y cada uno de estos gestos. Como pequeñas anécdotas, los ánimos de los escolares que iban desde los respetuosos: “ánimo que usted va muy bien”, todo un tributo a las canas y los años que uno tiene y representa a mucha honra; a los más atrevidos que te decían “vamos avispita” en honor al amarillo y negro de mi equipación de “sprintero”. Todos ellos muy bien recibidos desde la atalaya de mi cansancio porque transmitían verdaderos sentimientos de apoyo (¡o al menos eso me creo yo!). En definitiva, esta es una prueba en la que no acabas diciendo, quedé en tal puesto, hice tal marca, etc… Te quedas simplemente, en que pasaste una mañana estupenda, incluso la temperatura fue ideal, para que nada faltara. Disfruté del verdadero sentimiento de que “lo importante es participar” del que a veces nos olvidamos. Llevaré siempre en mi memoria estos momentos y tardaré en sentirme tan querido y apoyado en una competición ya que además de todo lo descrito anteriormente, pude contar con el apoyo y compañía de mi mujer y mis padres. Por último, una gran lección aprendida: en estas épocas de crisis en las que el pesimismo parece haber invadido todos nuestros pensamientos, la falta de medios se suple con esfuerzo, entrega e ilusión. Una vez más, si queremos podemos.

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